XXVIII Carta al destino. Albacete, 19 de junio, 2020



Estimado Señor Eddie,

¡Buenas noches! Como siempre, es en mitad de la noche cuando me decido a escribir, la inspiración parece llegar cuando la jornada ha pasado, y el corazón marca un ritmo más suave. Es entonces cuando el silencio reina y los pensamientos van cayendo al vacío como cae un puñado de arena en el agua…

La primavera está exhalando sus últimas rosas, y las amapolas comienzan a desaparecer de los campos amarillentos de trigo y cebada. Llega el verano.

Los días van pasando apresurados, a veces es como si los meses fueran más cortos, es cierto que seguimos en estado de alarma, hasta el domingo. Ya he perdido la cuenta del tiempo que levamos así.

El verano pinta extraño, aunque parece que la vida en general está patas arriba últimamente. Supongo que gran parte de los próximos meses, se desarrollaran para mí en el pueblo, tampoco soy capaz de imaginar algo mejor: paseos entre viñedos en bici hasta el río Júcar, cúpulas estrelladas sobre nuestras cabezas cada noche, amaneceres despertando con el piar de golondrinas y gorriones… Es en el pueblo donde todos volvemos a reencontrarnos, de la misma forma que vuelven las aves a sus nidos cada temporada al emigrar.

¿Sabe una cosa Sr Eddie? Llevo algunos días un tato contrariado con mis principios, la mesa de mi cuarto inusualmente se encuentra repleta de cosas: velas, cables, papeles, el álbum de fotos de la comunión… hay tantas cosas que apenas tengo espacio para apoyarme al escribir.

Le cuento esto, porque a principios de semana, decidí comprarme una pluma “Fabell-Castell”, siempre me han encantado y no pude reprimirme invertir unos ahorrillos que tenía. Debo decir que nunca había usado ninguna que funcionara tan suave, pero ya sabe, la calidad cuesta dinero. Esa misma noche estando en la cama leí en el móvil un artículo de la vida en Yemen, era ilustrado y quizás eso fue lo que más mella hizo, tal era mi sentimiento de culpa al haberme gastado el dinero en un capricho para escribir simplemente, que estoy haciéndolo con el pilot azul de siempre. Sé que con un par de billetes no puedo solucionar el mundo, pero quizás un poco sí.

Saco una moraleja de ello al menos, entender el valor que tienen las cosas, y no lo digo por la pluma estilográfica, sino por mi sentimiento de culpa, al fin y al cabo, las cosas más importantes de la vida no son cosas.

Si nos paramos a pensar, todos vamos muriendo lentamente, poco a poco, consumiendo nuestra propia mecha, hasta que la cera un día se consuma del todo y nos apaguemos para siempre. Quizás no queremos asumirlo, y por eso hagamos muchos como si fuésemos a ser eternos, pero ahí estará Anubis tras nuestro último paseo, el último beso, la última bocanada de aire… cielo santo, ¿por qué hacemos esto? Es triste, pero a la vez esperanzador, el hecho de pensarlo para vivir más intensamente cada estruendo del reloj.

¿Se imagina un mundo así? Un mundo que apreciara el simple y maravilloso hecho de vivir. Somos ricos sin saberlo, al menos yo, pues soy incapaz de poner precio a mis manos, a mis ojos, a mi familia, a mis amigos…

Estamos aquí de paso, esto es un paseo efímero y fugaz por la tierra, pero que bonito es pasear cuando decidimos hacerlo con una sonrisa. Ojala todos los días nos recordaran que el único significado de estar aquí  es simplemente ser feliz, nada más, cada uno a su manera.

Marcho a la cama Sr Eddie, quizás después de esta reflexión valore incluso el zumbido del mosquito que lleva varias noches haciéndome compañía, o quizás no. Sea como fuere, espero que algún día, nos despierte el Sol valorando más lo que tenemos. Buenas noches mi estimado amigo, le envío estas humildes palabras con la brisa que hará caer los pétalos de la primavera, para que de una forma u otra se los hagan llevar a la puerta de su morada.

Mis más cordiales saludos,

Manuel Candel


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