Carta amiga. Murcia. 1 de Julio, 2019

Estimado Sr. Eddie,

Sé que usted no está acostumbrado a que sea yo quien le escriba, puesto que siempre he sido una mera lectora, pero hoy, su principal mentor, me ha dado permiso para que sea yo quien lo cuestione, siempre desde el respeto.

¿Sabe qué Sr. Eddie? Yo tenía miedo a los animales y ¡Quién me lo iba a decir! A día de hoy los adoro.

Y es que, por si usted no lo sabe, ha sido muy caprichoso conmigo. Hace 4 años decidió que una niña cómo yo, debía marcharse a una ciudad ajena, lejos de su familia, porque tenía que seguir creciendo. ¡Cómo se lo agradezco!

Al principio pensaba que esta ciudad en llamas sería más bonita, que los que aquí vivían eran tacaños y que los inviernos con 30 grados a la sombra tendrían que ser horribles. Pero, Sr. Eddie qué pronto me rompió usted los tópicos.

Gracias, por hacerme crecer, por demostrarme que mi verdadera vocación era la de hacer felices a los demás , por ponerme en el camino a gente maravillosa y sobre todo, por darme la oportunidad de dormir en una cama tan grande para mí sola.

Esta noche, la primera de julio, es además la última que dormiré entre sus sábanas, en mi piso de estudiantes compartido, sin aire acondicionado y con 450 grados de mínima.

Siento tristeza. A todos nos cuesta cerrar etapas, pero he comprendido (mejor dicho, me he comprendido), que no hay lágrimas más sinceras que las que se ven en un tren al despedirte de alguien; que los reencuentros en la estación de los Llanos son preciosos; que las duchas de agua fresquita en esta ciudad se agradecen el doble; que cuando los gatos ronronean no es porque tengan hambre, si no porque están agustito; que el despertarte con los golpes de armario de tu compañera son horribles pero que tú después intentarás vengarte el doble; que con amigos siempre hay fiesta; y lo más importante, que el Jagger me sienta muy mal... Y podría seguir Sr. Eddie.

Finalizó Sr. Eddie, volviéndole a agradecer que me haya permitido el poner en mis labios su nombre para atreverme a mencionarlo.

Mañana estaré en otro pueblo, en otra cama y con otras metas, pero jamás olvidaré esta ciudad, esta cama y a aquella niña de ayer que hoy, vuelve, con una maleta llena, pero de recuerdos.

Mis más cordiales saludos.

Que la suerte, Usted y los que me quieren me acompañen siempre.

De la María de ayer, a la María de hoy.

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