XXXIV Carta al destino. Albacete, 31 de diciembre, 2019


Estimado Señor Eddie,
¡Buenas noches! ¿Qué tal está? Acababa de entrar en la cama, cuando he ido a pagar la luz de la mesilla, y me he quedado mirando el cuaderno donde nacen sus cartas… ¡Tenía que hacerlo!

Apenas faltan 22 horas para estar con la boca llena de uvas indigeribles, y descorchando una botella de champán para festejar el Año Nuevo, pues el 2019 ya agoniza y exhala sus últimas bocanadas de aire antes de ser historia, y con la última campanada del reloj a media noche, se desvanecerá la segunda década del milenio...

Este sin duda ha sido uno de esos años en los que no dejan indiferente el álbum de fotos, para bien por supuesto. No quiero pensar en lo que ha pasado o ha dejado de pasar, me intriga más lo que está por venir: ¿seremos felices? ¿Qué aventuras tendré que vivir? ¿Se portará bien el destino conmigo Señor Eddie?

Es imposible saberlo, quien llegara o se ira de mi entorno, pero si se lo que quiero. Hace algunas semanas, tome encargo de darle vida a Duquito, y ya le he cogido cariño, es mi “yo” al descubierto, el que va por la vida sonriendo, ese payaso de hospital que hace bonitas las dentaduras melladas.

Al Año Nuevo 2020 le pido sonrisas, alegría, fiestas y resacas con chocolate blanco. Le pido los “buenos días” de mamá, los abrazos en el pasillo de papá, y las canciones flamencas desentonadas en la baño del tete. Le pido besos: en la frente, en las mejillas,  la boca y el alma. Al 2020 le pido carreras por perder el bus, carreras de verano con el relente de la mañana en el campo, e incluso carreras al baño del pueblo, por ver quién de los 5 primos se ducha antes… le pido amaneceres en el corral, atardeceres en el cerro, lluvias tras la ventana, y flores delante de ella…

Al Año Nuevo 2020, le suplico a los míos… al abuelo Juan y la abuela María… los años no pasan en balde, y los achaques aumentan con la edad. Hace algunas semanas, la abuela sufría una trombosis, y tras ella, arrastraba la salud de ambos. Es ahora el abuelo quien la llama, y le habla continuamente, después de 25 años de alzheimer, sus repeticiones hacen eco en el silencio…

La noche de Nochebuena, fue cuando al ir a verla a la cama, preguntó quién era yo, como su de un extraño se tratara, y yo, lloré. Me dolió en el alma aquella duda, la abuela María de la que he tomado por herencia su humor pícaro, su carácter impertinente, y el azul de sus ojos. Su nieto por excelencia, o así lo he sentido yo siempre, era un desconocido...

No importa Sr Eddie, se que ella me quiere, y no importa donde esté yo en su mente, pues vivo en su corazón.

Me vuelvo a la cama, entre alegre y nostálgico, con la sonrisa en la boca y la lágrima en el ojo. Gracias por estos 365 regalos que me ha brindado la vida, brindemos por otro gran puñado de ellos, por otros 365 del 2020. Dios mediante, envío estas humildes palabras a los campanazos del reloj, para que de una forma u otra, se las haga llevar a la puerta de su morada.

¡FELIZ AÑO NUEVO SEÑOR EDDIE!

Mis más cordiales saludos,

Manuel Candel



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