XXV Carta al destino. Albacete, 8 diciembre, 2017

Estimado Sr Eddie,

Largos meses se han llevado mi vida por delante, sin tener reloj que los detuviera, mi vida en una parte, la de otros, hasta el final…

El verano comenzó con una perseida más, al encuentro de San Lorenzo, fíjese bien al caer la noche, no hay otra que brille como ella, en un color de ojos azul celeste.

Pero supongo, que son cosas de la vida, unos que van y otros, mientras tanto, nos despedimos de ellos hasta que nos llegue el momento de marcharnos también.

Yo, precisamente, no recorro tampoco mi mejor momento en cuanto a mi salud se refiere, batas blancas, fonendoscopios y ventosas de electrocardiogramas, comienzan a hacerse hueco en mi día a día estas pasadas semanas, ¿Qué importa el filo de una aguja? No hay peor daño que el de la mente cuando cree que ya no puede más, que la situación la supera, que se cansa de una situación de control continuo…

La vida, me ha quitado energías para desenvolver durante algún tiempo, mis tardes de hospital, mis ya empolvados apuntes de catequesis, mi sombra, mi aliento… Supongo que será el estrés de querer llevar tanto adelante, y notarme bien mentalmente, pero ser incapaz de manejar a mi cuerpo en ocasiones, poco a poco.

Hoy, día de la Inmaculada Concepción, suelo acostumbrar a montar el pequeño portal de Nacimiento navideño de casa, pero por esta vez… creo que no será así.

Ay días en los que nada es capaz de hacernos sonreír, ¿No le ha pasado alguna vez Sr Eddie?

Es irónico, que unas palabras así, salgan de la boca de un payaso de hospital, un payaso que durante unas semanas, ha guardado su roja nariz en un cajón, esperando que la ventisca pase pronto, y así sea el destino, quien vuelva a pinta mi cara de alegría. 

Por hoy, creo que está bien para retomar contacto Sr, espero poder hablar pronto con Usted y en mejores condiciones. Le envío cariñosamente estas palabras, para que de una forma u otra, sea alguna de esas lágrimas de San Lorenzo, quien las deje en la puerta de su morada. 

Mis más cordiales saludos,

Manuel Candel

Comentarios

  1. Un payaso nunca pierde su sonrisa, sólo la disfraza y la guarda (como usted ha hecho con su nariz) para que cuando vuelva a surgir lo haga con una explosión sin igual.
    Mucho ánimo Manuel :)

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